El mundo en tres escenas

Trabajo especial.-

Raúl Castellanos Latouche

@raulcastellanos

Para los venezolanos el fenómeno migratorio es relativamente novedoso, con el agregado expansivo de dimensiones trascendentes. La década de los años cuarenta del siglo XX, esta noble tierra abrió sus puertas para recibir en el puerto de la Guaira y Puerto Cabello, una legión de personas de diversas nacionalidades europeas que llegaban huyendo de la recesión económica, las guerras y la opresión. Años después se repitió la historia con emigrantes provenientes de toda América, creando una mezcla sociocultural rica en costumbres, gastronomía y conocimiento, que hicieron que Venezuela despuntara de manera competitiva en el escenario mundial, inclusive igualando a muchas naciones importantes de la urbe global en el desarrollo económico, gracias a la diversidad en su  riqueza mineral, progresos considerables en el área de salud con la construcción de numerosos hospitales en todos los rincones del país y la erradicación de enfermedades tropicales, asimismo se masificó la educación disminuyendo los altos índices de analfabetismo y abriendo espacios a la investigación científica en las universidades nacionales.

También en Venezuela se evidenció el avance en la modernidad arquitectónica de sus edificios, plazas y medios de comunicación terrestre, marino y aéreo, entre muchos indicadores, que respondió a la prospera calidad de vida de todos. Este florecimiento hizo a la nación, una opción obligada para la inversión, el crecimiento económico y las reivindicaciones sociales, siempre con la participación de la multiplicidad de nacionalidades llegadas de todas partes. Actualmente esta situación ha cambiado. En los últimos años los venezolanos se vieron forzados en abandonar su tierra, por un sinfín de motivos, pero todos resumidos en las erráticas políticas impuestas por un modelo denominado “socialismo del siglo XXI”. Los primeros en marcharse lo hicieron a causa de la creciente inseguridad en las calles. Era el inicio del nuevo milenio y la llegada de Hugo Rafael Chávez (1999) a la presidencia de la República. Después la historia venezolana y las condiciones de vida de aquel país prometedor a convertirse en una fortaleza latinoamericana, cambiaría dramática y radicalmente.

La creciente inseguridad reinante y las oscilaciones políticas, económicas y sociales se hicieron inaguantables para el venezolano. Comenzando el milenio, también empezó el éxodo de compatriotas de manera tímida y cuenta gotas, pero que en los últimos años se incrementó de manera catastrófica y violenta. La ola creciente migrantes venezolanos parece haber tomado por sorpresa incluso a la comunidad internacional. En todo caso, el desplazamiento de ciudadanos fuera de las fronteras se aceleró debido a la repudiada crisis económica, política y social que cada vez se recrudece en el terruño de la cuna del Libertador Simón Bolívar. Ciertas cuantificaciones ubican la despoblación en más de 4 millones de personas hasta ahora, provocando que expertos adviertan la necesidad de actuar según conviene el derecho internacional, los tratados y acuerdos en esta materia, para fortalecer los procedimientos de protección de quienes han tenido que abandonar sus hogares.

Cualquier ruta para huir del país es válida, convirtiendo ahora las carreteras que interconectan a las naciones de la América del Sur, en interminables corredores por donde camina diariamente la nostalgia traducida en lágrimas congeladas por las bajas temperaturas de los páramos, la música desgarrada de estómagos hambrientos y la garganta irritada de tanto gritar en el silente espacio andino vítores de libertad con la confianza que hasta en el último rincón del universo será escuchado. Cada paso es un encuentro con un sueño, cada persona una esperanza que carga a cuestas un pedacito de su país, el sabor y el olor vivo de la arepa y el gusto de un sabroso pabellón criollo o de un sancocho a la leña. Así imagino transcurren los días de mis coterráneos, que en sus momentos de desaliento, lanzan su mano al bolsillo del corazón y sacan las últimas palabras de una madre que reza y lo aguarda, quien sabe cuándo…! acompañada de un diluvio de bendiciones. Cada venezolano es una historia fantástica por narrar, una crónica de nubes grises pero de días brillantes, que semejan aquel prodigioso relato del amor entre Hans Christian Andersen y Jenny Lind, el ruiseñor de Suecia, escrita por el poeta venezolano Aquiles Nazoa.

Una mañana de Enero de este año, Jesús, de 29 años de edad, se convirtió para muchos en un número de la estadística de venezolanos que a diario cruza el Puente Simón Bolívar, en la frontera con Colombia. Su residencia está en Tinaquillo estado Cojedes, casado un con un hijo, se dedicó en su país al mundo de la construcción civil, al mercadeo digital y finalmente al área de mantenimiento de aeronaves civiles en el aeroclub de Valencia, ciudad a dos horas de su hogar. Lo que ganaba era insuficiente y un buen día realizó contactos con personas que manejaban igualmente un negocio de ventas digitales de artículos deportivos, que le ofertaron una opción de trabajo en Santiago de Chile. Con esa propuesta comenzó su viaje desde el terminal de pasajeros Big Low Center de Valencia, para poder llegar a Cúcuta y luego avanzar durante 9 días un agotador itinerario terrestre. “Dejé a toda mi familia y a mi pequeño hijo, con la certeza de traerlos a vivir conmigo. Actualmente tengo un trabajo estable, mientras tanto los ayudo desde acá y mantengo contacto permanente con mi gente vía WhatsApp y así van pasando los días, deseando que las cosas mejoren en nuestro país y logremos libertad plena y justicia” afirmó Jesús.

En otros casos la decisión de migrar constituye una medida desesperada, a causa de la avasallante crisis que padecemos los venezolanos, esta es la historia de Adriana, profesional  egresada de la Universidad Privada Arturo Michelena en Valencia. Atendiendo la conseja de una amiga que conoció en Venezuela, pero que ahora estaba domiciliada en Arequipa-Perú. Persuadida de los ofrecimientos, Adriana emprendió el viaje terrestre de 9 días hasta las lejanas tierras incaicas, reencontrarse con su amiga con el objeto de comenzar un nuevo y boyante destino. Al llegar a la “Ciudad Blanca”, como también se le conoce a Arequipa, de inmediato hace contacto telefónico con quien sería su protectora de ahora en adelante. Sin embargo, desde ese instante comienza una realidad fabulesca de padecimientos y sobresaltos, resultante de la traición, la desilusión y el desconcierto, pues la renombrada bienhechora de Adriana, simplemente le dio la espalda y la dejó abandonada en la estocada. De inmediato la alforja de sueños e ilusiones se quebraron cuan fino cristal de bohemia. “Muchas noches la pasé despierta, porque el lugar donde pode resguardarme no era el mejor, vi la miseria y las debilidades humanas muy de cerca”, asimismo comenta que actualmente comparte habitación con una compañera en Lima y se dedica parte del tiempo al comercio informal y la otra parte a ejercer su profesión a destajo, con el propósito de reunir dinero y regresar a Venezuela a final de año.

Carolina Jiménez, directora adjunta de Investigación de la Oficina Regional para las Américas de Amnistía Internacional, especifica: “Estamos ante todo, frente a una crisis de derechos humanos. Si los venezolanos gozaran de las garantías fundamentales a las que tienen derecho como ciudadanos de su país; salud, alimentación y libertad de expresión entre otras, no se verían forzados a abandonar sus casas y comunidades para intentar sobrevivir en otros lugares”. La auténtica dimensión de la huida de venezolanos, atendiendo incluso instintos de sobrevivencia es arduo calcularlo. Para el Observatorio de la Voz de la Diáspora Venezolana, supone una cifra que supera los 2,7 millones de personas. Igualmente destaca que la migración a gran escala, es una de las principales formas de demostrar que la crisis venezolana dejó de ser una crisis interna y pasó a volverse en una crisis de la región.

La comunidad internacional no ha tenido tiempo de prepararse para este cambio tan radical y debe ahora fortalecer sus sistemas internos de protección, No se puede ocultar las manifestaciones xenofóbicas de las cuales han sido víctimas algunos compatriotas por posiciones radicales y fanáticas de individualidades o grupos de personas en otras naciones latinoamericanas, que expresa sencillamente el resultado de una movilización masiva y la ausencia de políticas migratorias. La preocupación internacional ha conllevado que, hasta ahora una docena de países confirmaran su participación para el encuentro de naciones en los próximos días en Quito, sobre migración venezolana. Los países inquietos en este problema del hemisferio son: Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, México, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, Uruguay y Ecuador. Al encuentro no asistirá ningún representante Venezuela.

Los planteamientos serán de nivel técnico y escudriñará establecer soluciones a las dificultades por la intensa oleada de ciudadanos venezolanos que cruza las fronteras de la región. En lo que va del 2018, han ingresado a Ecuador, 641.353 venezolanos evadiendo la crisis. La inmensa mayoría, más de medio millón, han salido del país en busca de destinos más promisorios como Perú o Chile. Por su parte la vicepresidenta ejecutiva del gobierno de Maduro, Delcy Rodríguez,  denunció ante el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), que existe un plan propiciado por Estados Unidos para alentar una supuesta intervención en el país, porque reiteró que “no existe tal crisis humanitaria”. Resaltó que sostuvo una reunión con el nuevo representante del Alto Comisionado para Refugiados en Venezuela, Mathius Kremsy, y el coordinador del Sistema de Naciones Unidas, Peter Groman, donde trataron el tema migratorio del Estado.

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