La dura niñez de Shevchenko entre Chernobyl y mudanzas: «Todos mis amigos de infancia están muertos»

Andriy Shevchenko, actual entrenador de Ucrania y exdelantero del AC Milan y Chelsea, entre otros, está próximo a publicar su autobiografía, en la que cuenta algunas cosas de la dura infancia que le tocó vivir y en una entrevista contó que sus amigos de la infancia “están todos muertos”.

El ídolo del Dynamo de Kiev nació en Dvirkivshchyna, una ciudad aledaña a donde ocurrió la peor tragedia nuclear de la historia: la explosión de Chernobyl.

“Todo me parecía normal. Yo tenía diez años. Me divertí como un loco jugando al fútbol en todas partes, haciendo cualquier deporte. Me llevaron a la academia del Dinamo de Kiev, sentí que estaba empezando a vivir un sueño. Luego explotó el reactor 4 y nos llevaron a todos”, explica el histórico jugador en entrevista con el Corriere della Sera.

“Cerraron las escuelas de inmediato. Llegaron autobuses de toda la URSS, cargaron a jóvenes de entre 6 y 15 años y se los llevaron. Me encontré solo en el mar de Azov, en el mar Negro, a 1.500 kilómetros de casa. Sin embargo, todavía hoy no siento angustia. Me sentí como en una película, viví esa experiencia como un viaje. Yo era un niño”, añade.

Luego ocurrió la caída de la Unión Soviética y eso tuvo un efecto grande en la población. El relato sobre los amigos de la infancia de Shevchenko en Kiev refleja la situación que se vivió. “Están todos muertos. No por la radiación, sino por el alcohol, las drogas, las armas. Las grietas en el muro de la URSS eran cada vez más evidentes. Todo se derrumbaba, el mundo donde nacimos se derrumbaba. Mis amigos, como toda mi gente, dejaron de creer y se perdieron”, explica.

Añade que gracias a su familia y el amor al fútbol él pudo salir adelante. De hecho, habló de su pena más grande en el deporte que terminó siendo leyenda: aquella final de Champions de 2005 ante Liverpool, cuando los ingleses remontaron un 3-0 y terminaron venciendo en penales. Justamente Shevchenko erró su lanzamiento penal.

“En los primeros tres meses después de esa amarga derrota, me despertaba gritando por la noche y empezaba a pensar en ello. Todavía lo pienso hoy que han pasado dieciséis años. Muchos de mis compañeros de equipo no quisieron volver a ver ese juego nunca más. Me lo sé de memoria”, lamenta.

 

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